Daniel Cuéllar / SEVILLA

Hablar de Loreto es hacerlo de historia, de tradición. Nos remontamos al siglo XIII, cuando la «Torre Mocha», que se asienta en el antiguo solar de la villa romana de Lauretum – que pervivió en la época islámica bajo el nombre de Lorit- fuera llamada Turris Lauretana, según reflejaba una lápida, ya desaparecida.

La torre, junto con otras de la comarca, como la de Don Fadrique en Albaida, formaron parte de las defensas de Sevilla, y fueron construidas tras la toma de la ciudad para prevenir invasiones desde el poniente.

Tras el repartimiento de Sevilla, su topónimo fue asimilándose al de Lorete, y más tarde a Loreto, tal y como se conoce ahora.

Junto a la torre se construyó la primitiva ermita de Valverde, que según cuenta la tradición, se apareció en el año 1384.

El convento de Loreto, de la Orden de San Francismo de Asis, se encuentra en un punto intermedio entre los municipios de Espartinas, Villanueva del Ariscal y Umbrete, y está asentado en derredor a la torre.

Cada año en el mes de febrero, el Santuario acoge el Encuentro Turístico, que se compone de  una serie de actuaciones. Concretamente este año ha contado con el concierto de órgano, a cargo de José Enrique Ayarra, el organista de la Catedral de Sevilla.

Hospedería y museo

El Santuario de Loreto alberga desde su última remodelación,  una hospedería con quince habitaciones, para albergar una treintena de huéspedes, que quieran realizar un retiro espiritual, o simplente disfrutar de una estancia en un enclave diferente.

Asimismo el convento posee, además de su iglesia, con un retablo  de barroquismo profuso, que alberga el camarín de la Virgen de Loreto, el Claustro del Aljibe, de estilo mudéjar y reformado durante el siglo XVII.

Los visitantes podrán visitar también una sala de exposición permanente de Arte Sacro, que alberga una importante colección de escultura, pintura y orfebrería, destacando las piezas de plata mexicana, un pequeño retablo en nácar de la Resurrección del siglo XVIII, o una talla en marfil de Cristo crucificado que data del siglo XVII.La visita se complementa con un espacio museístico dedicado a las vestimentas y ornamentos litúrgicos, entre los que se pueden admirar disitintos tipos de tejido y bordados. Destaca la vestidura inmaculista más antigua del mundo.