ASTURIAS / Daniel Cuéllar

 

El Parque Nacional de los Picos de Europa es una de las zonas protegidas más importantes de continente europeo, y está compuesto por distintos territorios pertenecientes a las comunidades de Castilla y León, Cantabria y Principado de Asturias.

Pese a que resulta muy común visitar Covadonga y sus lagos en Asturias, Potes y Fuente Dé en Cantabria o Posada de Valdeón y Caín en la provincia de León, por poner los ejemplos más habituales, existe mucho territorio dentro de este paisaje protegido que pasa desapercibido para los urbanitas. Tan sólo los más intrépidos saben de los secretos que esconde este gran Parque Nacional.

He de reconocer que soy algo perezoso cuando se trata de hacer montaña, aunque es algo que a la vez me gusta mucho, pese a no estar acostumbrado a las cuestas. En este caso me acompañó mi madre, Carmen, que está acostumbrada a andar por el monte, y Juan prefirió quedarse en casa. Esta actividad fue desarrollada con los compañeros de la asociación Asturias Travel Bloggers.

 

 Subiendo a Ándara desde Jito Escarandi

 

Es necesario llegar hasta Sotres, un lugar maravilloso alejado de las grandes ciudades (a unas dos horas de Oviedo y Gijón) al que sólo se puede acceder por una carretera que atraviesa grandes peñas,  a través de unos túneles escavados a pico en la montaña, que nada tiene que envidiar a la subida a los lagos.

Tras 17 intensos kilómetros de carretera estrecha con curvas desde la localidad de Arenas de Cabrales, cuna del queso que lleva su nombre, se llega al pueblo de Sotres, donde habitan un centenar de personas, que se encuentra a una altura sobre el nivel del mar de 1.050 metros, siendo el pueblo más alto de Asturias.

 

Vista  de los Picos de Europa desde Jito Escarandi

 

A unos 3 kilómetros de Sotres se encuentra el aparcamiento de Jito Escarandi, donde da comienzo nuestra ruta, una senda circular que llega hasta el refugio de Ándara, en territorio de Cantabria, que nos habían preparado Silvia y Sergio, creadores de la empresa MSS Mountain, dedicada a la organización de actividades dogfriendly en la naturaleza. Ellos, junto con su perro, nos hicieron de guías durante toda esta aventura.

La senda es parte de los caminos de un antiguo complejo minero que data de principios del siglo XX, de donde se extraía hierro y cobalto, y discurre junto al hayedo de Valdediezmo, y desviándose por un sendero pastoril, se encuentra la majada de Jacuza, de la que quedan algunos vestigios de lo que en su día fueron cabañas de pastores, un oficio venido a menos, en el que apenas sobreviven en la actualidad, una veintena en toda la zona.

 

 Vista de la subida hasta el refugio de Ándara

 Ascendiendo el canal de Jacuza

 

De la majada hasta el refugio se asciende por el canal de la Jacuza, un tramo algo más duro que el camino, sobre todo para personas como nosotros, que no están acostumbradas al senderismo. Lo importante es que a pesar de que hicimos paradas durante el camino, al final llegamos al refugio de Ándara.

Antes de hacer nuestra primera parada, decidimos conocer el Pozo de Ándara, un antiguo lago que hubo un poquito más arriba, y que se secó debido a las explotaciones mineras, por el año 1911. Pese a que apenas tenga agua, merece la pena conocer de cerca este valle glaciar que deja al descubierto una gran pradera llana, donde en su día las rocas fueron desprendiéndose, y los pastores aprovecharon las formas caprichosas de las calcificaciones, para realizar pequeñas edificaciones a modo de refugio. Un lugar ideal para hacer una parada y sentarnos a comer.

 

 Terrenos donde se encontraba el antiguo lago, hoy el pozo de Ándara

 

Silvia de MSS Mountain nos muestra los restos de las edificaciones que existían junto al lago

 

 Sergio de MSS Mountain nos muestra los restos de fósiles que han quedado adheridos a las rocas

 

En esta zona, existen numerosas minas, como la de Mazarrasa, La Providencia o Mina Evangelista, entre otras, y el paisaje está repleto de bocas que conectan con las galerías subterráneas.

Junto al lago pudimos acceder hasta una de ellas. Los raíles de las vías sobresalían del pozo, como si alguna vez aquello hubiera funcionado a modo de cargadero, o de escombrera. La galería escavada en la roca denota el gran esfuerzo que los mineros dedicaron para extraer el mineral.  Al final de la galería puede verse una especie de vestíbulo lleno de nieve, que perdura todo el año al encontrarse siempre la cueva a una temperatura constante. Las vías continúan gruta abajo, pero consideramos que no sería muy recomendable adentrarnos más en la montaña. Un espectáculo arquitectónico de la ingeniería industrial en la Asturias (y Cantabria) más profunda, teniendo en cuenta los medios de la época y la dificultad para acceder hasta allí, si bien viene recordar que hace mucho, existió un tranvía entre Arriondas y Covadonga.

 

Restos de las antiguas vías que sobresalen de las bocaminas

 

 Refugio de Ándara, perteneciente a Cantabria

 

 Restos de las explotaciones mineras que existieron en Sotres

 

Una vez de nuevo en el refugio, nos volvimos a sentar para reponer fuerzas, pues a partir de ahí, comenzaría la bajada de nuevo hasta el parking. Pero antes, una parada en la fuente, donde se puede beber un agua gélida que mana de las entrañas de la tierra.

El descenso fue tranquilo, pues lo hicimos por el camino apto para 4×4, de menor pendiente que el canal de la Jacuza, por lo que también más largo. Allí pudimos observar alguna gruta más durante el camino, y algunas reses.

 

 El grupo durante el descenso

 

 Durante el descenso pudimos ver vacas y caballos junto al sendero

 

Al llegar abajo, no podíamos creernos que aquello de tan arriba que se divisaba a lo lejos era el refugio de Ándara. En total llevamos a cabo una ruta de unos 8 kilómetros aproximadamente, y podemos decir que ya nos bautizamos como aficionados a esto del senderismo. Increíble, para unos novatillos como nosotros, claro. Sin duda, una experiencia para repetir, y que nos ha dejado buen sabor de boca, con ganas de seguir conociendo más a fondo nuestra orografía.